sábado, 14 de septiembre de 2013

El Teatro Municipal de Antofagasta: camino a ser el principal referente cultural para toda la región

Coordenadas: 23°38'47.94"S 70°23'48.00"W
Al lado de la Plaza Colón, en la dirección de calle Sucre 433 casi en la esquina de San Martín y separada de ésta sólo por la plazoleta dura que se sitúa justo en vértice de este cruce, se eleva el edificio macizo y de líneas modernistas que ocupa el Teatro Municipal de Antofagasta, cuyo largo entra por la cuadra hasta hacerse visible en calle Bolívar.
Hace pocos días se cumplió un nuevo aniversario de su inauguración, aunque eclipsado por el contexto de las conmemoraciones del 11 de septiembre.
Su origen se encuentra cerca del término de la antigua buena época del Teatro Nacional de Antofagasta, cuando se hacía necesario la construcción de una nueva y más moderna sala para la ciudadanía en la ciudad "perla" del Norte de Chile, escogiéndose un terreno casi adyacente a la plaza central, frente al antiguo sitio que había ocupado el desaparecido Hotel de Comercio, luego Hotel Colón, y su vecino el edificio de la Caja Nacional de Ahorros de Antofagasta.
Los trabajos comenzaron en 1961 con grandes expectativas, proyectándose incluso que el teatro pudiese ser un gran centro cultural que albergara salas de exposiciones y sedes varias para actividades de artes. Sin embargo, necesidades financieras como la de inyectar más fondos a la reconstrucción tras el catastrófico terremoto de Valdivia, pusieron en jaque el proyecto, obligando a bajar sus aspiraciones, reduciéndolo considerablemente y concluyéndose lo antes posible las obras, ante la frustración de los antofagastinos.
Sólo en la siguiente centuria pudo restaurarse el plan de establecer allí el gran teatro de la Municipalidad de Antofagasta, durante la alcaldías de don Santiago Gajardo y don Hugo Vieyra Vital. Los trabajos comenzaron hacia 1978, para terminar de construirse así el sólido edificio de concreto con amplio salón donde quedaría el teatro.
La remodelación con ampliación fue total y la fecha de entrega de obras hoy resulta un tanto controversial: 11 de septiembre de 1981, pues se la hizo coincidir con el aniversario del alzamiento militar de 1973, dado el contexto político imperante en aquellos días. Aún se conserva afuera la placa metálica inaugural, con la siguiente leyenda:
"TEATRO MUNICIPAL
OBRA INAUGURADA EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1981, EN EL GOBIERNO DE S. E. EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA GENERAL AUGUSTO PINOCHET UGARTE, SIENDO INTENDENTE REGIONAL BRIGADIER GENERAL CHRISTIAN ACKERNETCH SAN MARTÍN Y ALCALDE DE LA COMUNA DON VÍCTOR HUGO VIEYRA VITAL.
ANTOFAGASTA, SEPTIEMBRE 1981"
El Teatro Municipal quedó en un edificio con el salón-auditorio central de dos pisos con dos entradas principales cada uno y buen espacio general, de base radial tipo pullman frente a un escenario de elevación media y rodeado de muros con cortinas. Las butacas del recinto fueron conseguidas gracias a una campaña emprendida por el diario "El Mercurio de Antofagasta". Con el tiempo fueron siendo cambiadas y quedaron distribuidas en 560 para la platea baja y 307 para alta. Por los costados, se asciende por escalas dobles y pasillos de sobria terminación sin la carga decorativa que suele verse en teatros de épocas anteriores.
El recinto cuenta con oficinas, camarines, salas administrativas, salones de reunión, aulas para clases, talleres, salas de ensayo y es también sede de la  Orquesta Sinfónica de Antofagasta y de la Biblioteca Pública N° 120 "Isaac Arce Ramírez", situada frente a la plazoleta que está a un costado y justo en la esquina. Funcionan en el espacio del teatro también las Escuelas Artísticas de Ballet, Música y Bellas Artes, por lo que prácticamente siempre hay alguna clase de actividad artística dentro del mismo, haya o no funciones en su tarima.
Administrado por la Corporación Cultural de Antofagasta, el Teatro Municipal es uno de los más importantes de Chile y ciertamente es el principal referente de espacios culturales en la ciudad, con una intensa cartelera que hoy llena las mamparas y carteles exteriores del edificio, combinando obras de teatro, música de concierto, ópera y ciclos de jazz. Han tocado en su escenario figuras internacionales como Pablo Milanés, Cristián Castro, Jean-Luc Ponty, la Orquesta Sinfónica de Chile, el grupo de danza BAFOCHI y el pianista nacional Michio Nishihara, que estaba anunciado en vistosas gigantografías colgantes en el exterior, durante mi última visita a este lugar.
Aún existen etapas y detalles que se quiere concluir dentro del edificio, especialmente "tras bambalinas". Aunque gran parte del mismo ha sido intervenido y mejorado ya, como con la incorporación de ascensores para gente con impedimentos físicos y ampliaciones de los equipos de luz y de amplificación interior, todavía quedan algunos proyectos pendientes, como el mejoramiento de las fachadas exteriores, que siguen a concreto desnudo sobre el geométrico zócalo blanco.
Con relación a lo anterior, hay un interesante plan de refacción ya anunciado por la Municipalidad y que se ejecutará entre los próximos años 2014 y 2016 con asistencia de privados. Incluye pintar grandes murales diseñados por el artista local Luis Núñez, sobre el muro exterior poniente y luego el que da hacia calle Bolívar, con escenas regionales alusivas a la profunda cultura antofagastina, especialmente la de raíz minera, proyecto en el que la Corporación Cultural tiene también el apoyo de la Corporación Pro-Antofagasta (PROA). La técnica que se usará es una mixtura de realismo figurativo y efectos de percepción con hiperrealismo.
Espero que este interesante lugar pueda recibir los mejoramientos y la puesta en valor que se le han planeado, logrando convertirse, así, en el principal espacio cultural de toda la Región de Antofagasta, como se lo ha propuesto la Corporación Cultural. Seria un premio al esfuerzo que en todos estos años se ha puesto en él y también a su éxito como punto de actividad artística y escénica permanente en la ciudad.

martes, 10 de septiembre de 2013

El centenario Kiosco de Retreta de la Plaza Colón, esperando ser reparado

Postal fotográfica antigua de la Plaza Colón. Al frente, el kiosco, Atrás, el edificio del Correo.
Coordenadas: 23°38'48.55"S 70°23'52.90"W
El Kiosco de la Retreta, que ha sido llamado también la Glorieta o Kiosco Croata y Odeón Eslavo, está situado hacia la esquina interior de la Plaza Colón, la del cruce de calle Prat con San Martín frente a la Intendencia Regional de Antofagasta. Su posición lo destaca en este histórico cuadrante de la ciudad, aunque desde hace un tiempo a la fecha se encuentra aislado de los visitantes.
La obra fue una donación originalmente arreglada por la colonia eslava para la ciudad. Al igual que otros monumentos existentes en la misma plaza, se trataba de un obsequio hecho en el marco general de las celebraciones del Primer Centenario de 1910, pero sólo pudo ser inaugurado con acto público el 26 de marzo de 1911, en el mismo lugar donde se encuentra ahora. La intención de homenajear el Centenario está en una placa colocada en la misma estructura:
LA COLONIA SLAVA
DE ANTOFAGASTA
AL PUEBLO CHILENO
EN CONMEMORACIÓN CENTENARIO
1810-1910
Al parecer, el kiosco vino a sustituir una glorieta o cenador de planta rectangular y fábrica de madera, que existía anteriormente cerca de este lado de la plaza y que era usada por músicos y bandas de guerra, apareciendo en algunas fotografías del período del 1900 y seguramente existiendo todavía cuando tuvieron lugar los infaustos sucesos que culminaron en la masacre del 13 de febrero de 1906, en este mismo sitio.
Imagen clásica de la plaza y el kiosco hacia mediados de siglo, en imagen publicada por don Pedro Encina en su Flickr "Santiago Nostálgico".
Imagen nocturna actual del Kiosco de Retreta.
Durante todos estos años, la obra ha sido un símbolo importante del turismo en Antofagasta. De elegante acabado y levantado con dos pisos en albañilería y metal forjado, el Kiosco de la Retreta fue diseñado con un estilo neoclásico tardío de influencia romántica. La base es una rueda octogonal alternada por caras de muro y arcos de estilo tumido, alusiva a ciertas líneas de arquitectura propias de la cultura balcánica más clásica. A los lados de cada uno de estos arcos, a modo de bigotes decorativos, hay una orla con el blasón del escudo chileno y otra alusivo a los pueblos croatas en su época bajo la Casa de Austria.
El segundo nivel del odeón, al que se accede por una estrecha escala metálica lateral, es de fina herrería artística de barandales, marcos, pilares y encaracolados de estética con influencia quizás francesa o italiana, con un icono de una lira que se repite en las ocho caras de la reja del pretil. Sobre el mismo, una cúpula de membranas y teja escamada, con forja artística y remate de la misma estilización de una lira en el extremo superior.
Como en el caso del rito de besar el pie del indio patagón en el Monumento a Magallanes de Punta Arenas, o del paso bajo el Reloj de la Plaza Prat de Iquique, una leyenda creada sobre este kiosco dice que quien hallándose de visita en la ciudad camine por debajo del mismo monumento atravesando sus arcos, volverá a Antofagasta próximamente o podrá quedarse viviendo en ella si acaso ése es su deseo. Lamentablemente, veremos que esta posibilidad por ahora está bloqueada, aunque espero que no por mucho.
En 1989, la Cámara de Comercio de Antofagasta hizo colocar en una de las bases del kiosco, hacia la cara del lado de calle Prat, una placa y perfil recordatorio de don José Papic, uno de los hombres más valiosos de la historia contemporánea de la ciudad y fundador del Centro para el Progreso de Antofagasta, que dio una lucha incansable por el beneficio de la región. La placa de bronce dice junto a su retrato en relieve:
HOMENAJE A
JOSÉ PAPIC RADNIC
1907-1983
AL HOMBRE VISIONARIO QUE EN EL
GRAN CABILDO DEL 22 DE ABRIL DE
1949 ENSEÑÓ A LOS ANTOFAGASTINOS
LA RUTA CABAL DE SUS PROGRESOS
SOÑANDO Y CREANDO PORVENIR PARA
NUESTRA TIERRA.
CÁMARA DE COMERCIO
ANTOFAGASTA - 1989
Poco después, al comenzar los años noventas, comenzó a surgir la idea de proponer el odeón para la declaratoria de Monumento Histórico Nacional, iniciativa que fue timoneada por la Sociedad Croata de Antofagasta y solicitada directamente a la dirección del Consejo de Monumentos Nacionales.
Así, considerando su "gran valor histórico, arquitectónico y sentimental, tanto para la Colonia Croata residente como para la ciudadanía de Antofagasta", el Decreto N° 512 del 30 de agosto de 1995, declaró al Kiosco de la Retreta de la Plaza Colón como Monumento Histórico Nacional, aludiendo de paso al buen estado de conservación en que se conservaba, gracias a la mantención dada por la propia colectividad croata y la Ilustre Municipalidad de Antofagasta.
Sin embargo, al transcurrir el tiempo y sucesos como el terremoto de Tocopilla de 2007, el elegante kiosco comenzó a quedar en una triste situación de deterioro y mal mantenimiento. La dirección municipal de cultura y turismo determinó también que había descendido el terreno de la superficie en cerca de un centímetro, provocando las fracturas y desprendimientos en sus cornisas. Al aproximarse los días de las fiestas del Bicentenario Nacional, su estado ya era tal que debió ser cerrado al público para iniciar un proyecto de restauración que, se suponía, iba a ser urgente. Para esto, la Municipalidad solicitó recursos a la Sociedad Croata.
El plan de rescate fue preparado por la Municipalidad, la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas y la Comisión Asesora de Monumentos Nacionales, con participación de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica del Norte. Como primera etapa, se penetró en la loseta para especificar los materiales usados y se exploró al estructura del subsuelo del monumento, esperando determinar el origen de los problemas que experimentaba el mismo.
El año 2011 se precisó que había cierto material de estabilizado que había sido colocado sobre la antigua superficie y bajo la estructura; al año siguiente, se anunciaron los preparativos para una reparación total del odeón. Sin embargo, y por razones que han sido explicadas popularmente en cuestiones de recursos y burocracia, el Kiosco de Retreta sigue en el mismo estado que entonces: aislado, cercado, ajeno al público y esperando por la reparación pendiente que varias veces ha parecido ser inminente, pero aún no se concreta.
Pese a todo, el Kiosco de Retreta estuvo entre los puntos con visitas y charlas guiadas de las últimas jornadas del Día del Patrimonio Chileno, por lo que será el tiempo el que pondrá el capítulo específico que sigue en la historia de este Monumento Histórico Nacional, que aguarda por su pronta recuperación allí en la Plaza Colón de Antofagasta.

lunes, 9 de septiembre de 2013

El Palacio de la Casa Giménez: una joya arquitectónica en Matta con Baquedano

El bello edificio de los "Almacenes Giménez" en los buenos años de la tienda. Fotografía del Estudio de J. Quiroga. Fuente imagen: Flickr Santiago Nostálgico de Pedro Encina.
Coordenadas: 23°39'0.44"S 70°23'47.88"W
Justo en la esquina del actual paseo Manuel Antonio Matta con calle Baquedano, en pleno centro comercial de Antofagasta, se encuentra un cautivante y hermoso edificio que, estoy seguro, debe estar entre los más bellos e interesantes de todo Chile, además de ser un homenaje al eclecticismo y al refinamiento arquitectónico.
Se trata del denominado Palacio de la Casa Giménez, por alguna extraña razón aún no declarado Monumento Histórico Nacional a pesar de sobrarle méritos. Es un excelente caso de arquitectura arabesca de tipo mudéjar bajo influencia sevillana, y diría que con toques de neoclásico en sus columnas y de neogótico en sus vanos, surgido desde el tablero del arquitecto español José Espiau y Muñoz, y construido por su compatriota Jaime Pedreny Gassó, quien había instalado su oficina de arquitectura en Antofagasta.
La historia de este edificio comienza cuando el comerciante español residente en la ciudad chilena, don Ismael Giménez y Giménez, decide fundar una casa comercial después de haber disuelto la sociedad que mantuvo desde 1915 con su paisano Enrique Longueira, en los almacenes de telas "La Camelia" de calle Latorre, hasta que este último decidió retornar a la Península.
Giménez había conocido en España el estilo y talento del arquitecto Espiau, quien había ejecutado poco antes los planos del magnífico edificio de la casa "Ciudad de Londres", en la calle Cuna de Sevilla. Hombre observador, inquieto y de pequeño tamaño, quedó cautivado con la hermosa obra. Interesado en obtener este mismo aspecto para su nueva tienda, contactó a  Espiau comprándole los planos para traerlos a Antofagasta, durante el viaje que realizó a su patria natal con su esposa doña María del Valle, hacia 1918.
Hallándose ya de regreso, Giménez entregó estos planos a la oficinal del arquitecto Pedreny, mismo que ha dejando sus huellas en importantes otros trabajos locales como el Teatro Nacional, la Casa Abaroa, la sede del Banco Anglo Sudamericano y el Palacio de la Municipalidad que hoy ocupa la Casa de la Cultura.
Imagen de la Iconoteca de la Universidad de Antofagasta, con el edificio en construcción.
Vista del edificio hacia 1940, en imagen de J. Quiroga (Museo Histórico Nacional).
Adaptados los planos del edificio español "Ciudad de Londres", se ampliaron las dimensiones de las arquerías curvadas en la fachada y los torreones. Pedreny comenzó a construir en un sitio eriazo de la calle Matta (por entonces llamada Angamos) con Baquedano, que había sido adquirido por don Ismael para instalar sus grandes tiendas, parte de cuyos materiales de construcción también había comprado en su último viaje a España, como azulejos sevillanos, cemento sueco y vidrios europeos, a los que agregó acá maderas de calidad y fierros estructurales o de forja artística.
El inicio de las obras tiene lugar el 19 mayo de 1923, según comenta Juan Floreal Recabarren Rojas en sus "Episodios de la vida regional", y Giménez habría debido lidiar con muchos aguafiestas que intentaron persuadirlo de no seguir adelante con su empresa, pues se creía que un edificio comercial de tales características en una ciudad que no fuera Santiago o Valparaíso, iría directamente al fracaso. Justo se transitaba por la crisis salitrera iniciada en 1921, además, y fue todo un desafío para los encargados del proyecto el encontrar mano de obra calificada para esta clase de desafíos de construcción y decoración, allí en Antofagasta.
Tras un largo tiempo de trabajo y de gastos, la firma que pasaría a ser Ismael Giménez y Hno. (sociedad constituida con su hermano Benjamín Giménez) está lista para inaugurar el pomposo edificio, en cuyos bajos iba a colocar el almacén de tienda y zapatería; la sección confección de ropa iría en el segundo piso; la de sastrería, juguetería y artículos de niños, en el tercero; y en el cuarto se colocaría la sección de ventas al por mayor. En el nivel quinto estaría su propia residencia familiar.
Giménez alcanza a publicar en la prensa algunos anuncios, informando del inminente debut de su enorme tienda. Sin embargo, la tragedia lo golpea justo por esos días: con sólo un año y medio de vida, fallece su amada hijita María Giménez, devastando el ánimo de la familia y obligando a postergar el corte de cintas.
Sólo en diciembre de 1924, tras superar las penas profundas y recuperar sus energías, inaugura la tienda pero de manera muy quitada de bulla, aunque sí en medio de la expectación popular. El público corre a conocer sus telas de importación, tejidos, calzados, sombreros, sedas, cortinas y confecciones. Todos quedan fascinados con la imponente fachada del edificio, resaltando sus arcos arabescos angrelados, germinados y entrecruzados en las balaustras. Por muchos años más será una de las construcciones más características y famosas de la ciudad.
Comenzaba así la época de los "Almacenes Giménez", liquidando su vieja tienda de "La Camelia". La ciudad nunca antes había visto un centro comercial de estas características, equivaliendo en su tiempo a lo que ahora serían los grandes malls. Fue, además del primer edificio de estas dimensiones que se construyó en Antofagasta, también el primero con ascensor de todo el Norte de Chile, valiéndose de un elevador suizo "Schindler" para facilitar el desplazamiento por sus cuatro pisos de altura, con torreones y balcones que dan cuerpo al exterior del quinto nivel, en lo alto de los 28 metros de altura del inmueble. Cerca de un millón y medio de pesos desembolsó Giménez en su sueño, dinero que muchos todavía creían dilapidado en una fantasía que naufragaría con rapidez.
La familia, en tanto, disfrutaba de ese espacio cómodo y elegante, en ese quito piso con murales reproduciendo las obras de grandes pintores españoles que retrataron paisajes sevillanos: "La Giralda", "La Catedral de Sevilla" y "El Parque María Luisa de Sevilla". En el comedor quedaron "La Aduana" y "La Torre de Oro". Las obras son del gran pintor iquiqueño Sixto Rojas, el mismo autor de las grandes pinturas que decoran el Casino Español de Iquique y de las figuras religiosas de la Gruta de Lourdes en la misma ciudad.
Sin embargo, la grave crisis mundial luego de la Caída de la Bolsa de 1929 y el desplome de la industria salitrera, vinieron a darle la razón a los peores agoreros: las ventas de los "Almacenes Giménez" se derrumban y don Ismael se ve en la obligación de declararse en quiebra, consiguiendo un empleo en la Casa Importadora Alemana por 2 mil pesos mensuales, según informa Recabarren.
Luego de un año atrapado en estas dificultades, y con ayuda de su hijo Ismael, el activo empresario vuelve a abrir sus almacenes. "Tendrá que caerse toda la ciudad antes que se derrumbe mi casa", decía con optimismo y orgullo, a pesar de todas las vicisitudes. Su tienda ha causado cambios profundos en el paisaje urbano, además, y el barrio se ha vuelto eminentemente comercial ya hacia los años cuarenta.
Giménez regresa a su España querida en 1963, pasados los 80 años de edad, para atender ciertas dolencias de salud de su esposa, volviendo a Antofagasta un tiempo más tarde. Falleció en 1967, de un ataque cardiaco, siguiéndolo su viuda en el camino a la tumba poco tiempo después.
La sucesión familiar mantuvo la tienda, renombrada como los "Grandes Almacenes Giménez" y usando el slogan publicitario "El palacio de la economía". También se abrieron sucursales en calle Prat y en Baquedano esquina Latorre. Cuando cerró definitivamente, creo que hacia los años ochenta, se arrendó el edificio a distintas casas comerciales. Sus habitaciones de la residencia en los pisos superiores, en tanto, fueron quedando desocupadas, moradas sólo por recuerdos. Por fotografías particulares y de prensa confirmo que, hasta hace poco más de diez años años, se encontraba en las ex dependencias de la célebre casa "Almacenes Giménez" una tienda de la cadena "ABCDin". Actualmente, el mismo espacio es ocupado por la farmacia "Salcobrand".
El fastuoso Palacio Giménez, como es conocido, representa así un caso único de arquitectura de este tipo e influencia en el Norte Grande de Chile. Por el bien patrimonial y cultural de Antofagasta y mientras no exista algún instrumento de protección y conservación aplicado sobre el histórico inmueble, realmente esperaría que en realidad tenga que caer la ciudad completa antes que se derrumbe esta maravilla estética, como pregonaba don Ismael, enseñoreando la esquina de Matta con Baquedano desde hace 90 años.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Hacia los 90 años de la tragedia de Evaristo Montt en Antofagasta

Coordenadas: 23°38'13.91"S 70°23'24.72"W
Una de las animitas más grandes de Chile está en Antofagasta, en la calle Pedro de Valdivia muy cerca de Montevideo. Por sus características, guarda bastantes semejanzas con la célebre animita de Romualdito en la Estación Central de Santiago: ambas pertenecen a un ex funcionario ferrocarrilero fallecido trágicamente y se encuentran adyacentes a instalaciones relacionadas con el servicio de trenes, además de estar conformadas por varias "casuchas" en un tramo de muro antiguo que se conserva especialmente por la presencia del culto popular allí destacado, mismo que las mantiene fulgurantes de llamas de velas durante cada noche. Salta a la vista, además, que la de Antofagasta incluso es más grande que la famosa animita santiaguina.
Este caso antofagastino, muy conocido en la región, es el de Evaristo Montt. A pesar de los abolengos políticos del apellido en su época, este personaje era un sencillo cuidador y sereno del servicio de trenes que todavía existe allí, pues las historias dicen que trabajaba en las instalaciones de la Estación Norte del histórico Ferrocarril Antofagasta-Bolivia (FCAB) en el turno de noche, vigilando el lugar y haciendo labores de rondín. Sin embargo, otras referencias dicen que su labor de sereno o farolero no era en este punto exacto del recinto donde tuvo lugar su muerte, sino que justo se encontraba transitando por este sector cuando sucedió la tragedia, para su desgracia final.
Sucedió que, en una de aquellas jornadas de trabajo, el día 15 de julio de 1924 según reporta un artículo de "El Mercurio de Antofagasta" en 2001, se hallaba allí en la estación un tren que iba hacia las oficinas salitreras que todavía operaban en aquellos días, aunque otra versión asegura que el convoy justo estaba saliendo rumbo a Calama. Algunos agregan que el tren iba cargado con petróleo.
Inesperadamente, estalló la caldera de la máquina a vapor. El accidente provocó una terrible explosión que causó la muerte de cuatro trabajadores allí presentes, entre ellos el infortunado Evaristo, cuyos restos volaron por sobre las instalaciones y fueron a parar afuera del recinto, cayendo junto al murallón donde está su animita, precisamente. La explosión se escuchó por toda la ciudad y los vecinos del barrio ferroviario corrieron a mirar la dantesca escena que allí quedó a la vista. Algunos fragmentos de la locomotora incluso fueron a parar a dos kilómetros del lugar de la tragedia.
Por alguna razón, la dramática muerte del funcionario Montt causó más consternación general que los otros fallecidos, el maquinista Juan Cáceres Gutiérrez, el fogonero Eulicio Ramírez Donoso y el empleado Claudio Chacana, este último muerto no instantáneamente sino tras una horrible agonía. Aunque el sereno fue sepultado en un nicho del camposanto local (y no en el Mausoleo de los Empleados del Ferrocarril, como algunos creen) junto a la tumba de otros funcionarios de ferrocarriles fallecidos en los años setenta, fue el sitio de su drama final el que se convertiría en punto de fe.
Así ocurriría que, en el lugar donde cayó su cuerpo destruido por el reventón de las calderas, la gente instaló un pequeño altar con ofrendas que fue creciendo rápidamente hasta convertirse en el verdadero santuario popular que es ahora, con peticiones de favores, pagos de mandas y toda la fama de "milagroso" que conserva hasta hoy en ese muro ennegrecido por décadas de hollines de cirios y velas.
Tengo la impresión de que la especie de cubículo grande y con marco-contorno en que está instalada la animita, fue adicionado en la muralla en tiempos posteriores. La mayoría de las placas allí colocadas agradecen al ánima desconocidos favores concedidos, pero puede intuirse que varios de ellos se relacionan con cuestiones de salud o bienestar familiar, aunque me parece que esta animita fue la preferida de los trabajadores del servicio ferrocarrilero y otros obreros.
No cabe duda de la fama de milagroso, por cierto, dada la cantidad de estas placas. Destaca, sin embargo, una cruz de piedra colocada en lo alto y al centro del conjunto, con una inscripción de agradecimiento a Evaristo Montt de parte de "C. Robres y familia", con fecha del 7 de mayo de 1960. Hay algunas fotografías en algunos cuadros de ofrenda que podrían pertenecer al fallecido Evaristo, pero como no tengo seguridad de este dato, las obviaré por ahora.
En otra curiosa analogía con la historia de la animita de Romualdito en la capital chilena, la de Evaristo Montt quiso ser retirada una vez por las autoridades municipales, aduciendo razones estéticas como motivación. Mas, como hubo un gran descontento ciudadano contra la sola idea de destruir la animita, se propuso a continuación trasladarla completa hasta algún lugar menos vistoso, propuesta que también naufragó: a diferencia de los capataces de turno en la administración municipal, los antofagastinos querían a su animita; y aún la querían allí. La gran cantidad de visitas diarias que recibe, así lo confirma.
Sin embargo, Evaristo tiene también una gran diferencia con Romualdito: mientras la tumba de este último se ha convertido en objeto de peregrinación y devoción por el "santito" popular en el Cementerio General de Recoleta, el humilde nicho de Evaristo Montt en el Patio B Norte del Cementerio de Antofagasta está casi olvidado y sin visitas, como constató un reportero del diario "La Estrella del Loa" en abril de 2009.
Así, junto a la tumba milagrosa de Elvirita Guillén y la animita de Juanita Guajardo, el altar de Evaristo Montt está entre las más famosas animitas de Antofagasta y las más conocidas de todo el país, próxima ya a cumplir 90 años desde la tragedia que le diera origen y con un gran culto alrededor de sus innumerables pretendidos milagros y favores concedidos.

viernes, 6 de septiembre de 2013

El "palacio" de los bomberos antofagastinos en calle Sucre

Imagen del cuartel y del teatro, hacia 1920.
Coordenadas: 23°38'51.23"S 70°23'45.65"W
En Sucre 545, entre las calles Condell y Latorre a escasa distancia de la Plaza Colón, se encuentra uno de los tesoros arquitectónicos más importantes y conocidos de la ciudad de Antofagasta: el imponente y palaciego Cuartel de la 1ª Compañía de Bomberos Bomba Antofagasta y también de sede principal del Cuerpo General de Bomberos del puerto, instituciones fundadas los días 4 y 5 de abril de 1875, respectivamente.
Fue también entre las actuales calles Condell y Latorre, pero en lo que ahora es el Paseo Prat por entonces calle Lamar, que tuvo lugar el catastrófico incendio del día 2 de abril de 1875, drama que motivó la rauda creación de un cuerpo de bomberos para Antofagasta con un concurrido acto público organizado en el ex Teatro Nacional, que había sido la primera sede de los voluntarios antes de trasladarse a un terreno de calle Sucre adquirido al señor Jorge Bornett. Esta etapa inicial de los bomberos antofagastinos está registrada por Ramiro Martos en su obra "Cuerpo de Bomberos de Antofagasta", publicado en 1886.
Cabe señalar que, poco antes de la fundación, se había extendido una campaña municipal para recolectar fondos entre los vecinos, con el objeto de reunir erogaciones "las cuales sirviesen para fundar en este pueblo un Cuerpo de Bomberos análogo a los que existen en Chile y que seria el primero con que contaría la República de Bolivia". Sin embargo, como hace notar Oscar Bermúdez Viral en "Orígenes históricos de Antofagasta", este plan fracasó y no fue sino hasta la tragedia de calle Lamar que se pudo constituir un cuerpo de bomberos.
Edificio del cuartel, la residencia de estilo georgiano y el teatro, también hacia 1920.
Vista actual del edificio del cuartel.
Cerca de 70 miembros de distintas nacionalidades y estratos sociales conformaron esta primera generación de voluntarios. Su primer carro fue un rudimentario porta-escalas de tiro a mano, con hachas, baldes y otras herramientas. Uno de los primeros desafíos de este cuerpo fueron los incendios ocurridos el 9 de mayo de 1877, a consecuencia del gran terremoto. Como en aquellos años bajo control boliviano -en virtud de los tratados de 1866 y 1874- la representación del país altiplánico se reducía casi exclusivamente a personal militar y policial, la administración directiva del cuerpo quedó en manos de la Policía Nacional de Bolivia.
Al viejo edificio le fue construida una fachada en 1882, ya con el territorio reincorporado a la soberanía chilena desde inicios de la Guerra del Pacífico. Tenía un portón de acceso con dos hojas y un escudo al centro y encima, contando con un salón y sala de guardia interiores. Ese mismo año adquieren un nuevo carro lanza-aguas, construido por la Fundición Orchard, comenzando a mejorarse la implementación del servicio.
Empero, el espacio y la construcción misma eran bastante modestos e incómodos por lo que, dos años después en una reunión de directores que debió realizarse en la Aduana de Antofagasta justamente por estas mismas restricciones, se propuso comprar terrenos adyacentes al cuartel y que pertenecían a don Francisco Bascuñán, pero que iban a salir a remate tras embargo. El encargado de la adquisición fue el Comandante Honorario Don Anastasio Bello Orozco.
El levantamiento y ampliación del siguiente edificio quedó a cargo del arquitecto Santiago Shank, quien logra ganar con su propuesta de reconstrucción de la fachada por la suma de 2.300 pesos. Los trabajados se realizaron afanosamente hacia noviembre y diciembre de 1887, siendo concluidos hacia fin de año.
Por desgracia y singular ironía, sin embargo, un voraz incendio destruyó gran parte de este edificio durante el año siguiente, obligando a nuevos trabajos en los que se aprovechó de habilitar más salas y habitaciones cerca del frontis.
La historia del actual edificio allí emplazado comienza en 1904, cuando el Cuerpo de Bomberos de Antofagasta elabora un proyecto para la construcción de su propio cuartel general y sede de las Compañías 1ª a 4ª que ocupaban la propiedad. Una comisión especial presentó los planos respectivos al Honorable Directorio General, poco después. Y en 1910, año del Primer Centenario, la colonia italiana de Antofagasta donó a la ciudad la pesada campana que se colocaría posteriormente en la cúpula de la torre y que aún se encuentra en el cuartel. Tres años después, tras un largo estudio y recolección presupuestaria, la construcción del cuartel definitivo quedó a cargo de una comisión compuesta por Arturo Magda, Antonio Luksic, Santiago McDonal’s y, como consultor técnico, el Ingeniero Luis Ab-El-Kader.
De esta manera, el actual cuartel fue inaugurado oficialmente el 5 de abril de 1914, con un acto realizado en la Plaza Colón y una posterior recepción en el entonces flamante edificio de calle Sucre, con presencia de altas autoridades locales, consulares, dirigentes institucionales y benefactores de la compañía, quedando el discurso de presentación a cargo del entonces Vice-Superintendente del cuerpo, el Doctor Ismael Larraín Mancheño, figura de alto valor en la historia médica chilena del cambio de siglo.
El verdadero palacio neoclásico es de grandes dimensiones y de los últimos de su tipo que sobreviven en esta cuadra, alguna vez enseñoreada también con el elegante Teatro Victoria, que se hallaba casi exactamente vecino a la sede de los bomberos y que hoy está reemplazado por una sosa construcción más moderna. Sólo los separaba una residencia de estilo georgiano que tampoco se conserva ya, por desgracia, aunque fue demolida en tiempos posteriores a los de la destrucción del teatro. El cuartel fue uno de los primeros edificios construidos en Antofagasta en el siglo XX, además.
La elevada construcción roja de perfiles color crema es muy sólida, lo que ha facilitado su mantención y buen estado: hormigón sobre bases de vigas metálicas y relleno de concreto, madera, caña y revoque, además de ornamentación exterior de albañilería. En cielo y pisos se empleó el sistema de machihembrados de madera. Acusa influencia francesa y romántica propia de su período, distinguible en la decoración y detalles estilísticos.
Se compone de un zócalo base con cinco vanos-accesos a la sala baja, tres de ellos para paso vehicular con altos arcos de campanel y dos laterales más estrechos, de entradas a pie y con arcos escarzanos. El segundo nivel, separado por falsas cornisas y balcones abalaustrados del zócalo, destaca por sus arcos con marco, rebajados y de medio punto, estos últimos en pares. El tercer y cuarto nivel, separados por un contorno de balcones enrejados, lo da la elevación de la torre central: el primero, con un gran ventanal también en diseño escarzano, y el segundo con un par de arcos de medio punto en cada cara. El remate está en una cúpula en falsa mansarda de estilo parisino, con mirador superior y corona de tímpano triangular sobre sus vanos principales, funcionando como quinto nivel donde se encontraba la vieja campana italiana de emergencias, con sus 500 kilos, cuyo sonido ahora es reemplazado por una potente sirena.
Esta fachada es característica y casi icónica, todo un símbolo para la institución. Sus líneas de arcos y pilastras fueron definidas por un proyecto encargado en su época a la casa de arquitectos Carruthers, a un costo cercano a los 40 mil pesos cubiertos por los propios voluntarios a través de subvenciones, rifas y encuentros a beneficio, según leo en el sitio oficial del Cuerpo de Bomberos de Antofagasta.
Interiormente, el inmueble tiene la gran sala de vehículos en el primer piso, donde se guardan los carros bombas, y se accede al segundo por una elegante escala de madera que da directamente a las oficinas y salones. En la actualidad, destacan allí especialmente el despacho del Director del Cuerpo de Bomberos de Antofagasta, la Sala de Reuniones, el Casino de la Compañía bautizado Gilberto Velasco Iglesias desde el año 2007, y el Salón de Honor bautizado Capitán Manuel Olivera Jorquera, también el 2007, en honor al mártir de la Compañía fallecido trágicamente ese mismo año. Aunque trataré de hacer alguna entrada a futuro sobre éste y otros mártires de bomberos de Antofagasta, cabe señalar que Velasco no es el único fallecido en servicio de la 1ª Compañía de Bomberos: también está el caso de Carlos Oyarzún Cortés, en 1994.
La importancia del edificio no era sólo como sede bomberil: también fue lugar de grandes bailables bohemios, fiestas populares y encuentros sociales, en especial su segundo piso, llegando a albergar tal cantidad de gente que, en 1942, debieron reforzarse con vigas de acero las estructuras del Salón de Honor, trabajo que quedó encargado al bombero arquitecto Jorge Tarbuskovic Dulcic, con varias obras de importancia a su haber curricular. Las vigas iban a ser compradas a la Compañía Salitrera Tarapacá y Antofagasta, pero la firma finalmente las donó como contribución al servicio del Cuerpo de Bomberos de la ciudad.
Por Decreto Supremo N° 0340 del 1° de julio de 1992, el edificio del Cuartel General de Bomberos de Antofagasta fue declarado Monumento Histórico Nacional, en gran medida por muchos de los valores y características que se han descrito en este texto y a pesar de que problemas de financiamiento casi llevaron a la venta y destrucción del inmueble en alguna oportunidad.
En otro aspecto del edificio, hubo un tiempo en que se habló con insistencia de apariciones fantasmales dentro del cuartel, particularmente de un personaje que solía hacerse visible en las noches, vistiendo un uniforme de la vieja usanza del siglo XIX. Los voluntarios terminaron adoptando al pavoroso personaje con el que decían tener que convivir en varias guardias nocturnas y que no hacía otra cosa que caminar apaciblemente por el interior del edificio. Su alma en pena pertenecería a un legendario voluntario que se suicidó dentro del cuartel, según el mito.
En un sitio web leo también de la presencia de un denominado fantasma de pantalones blancos allí en el edificio, además de ruidos misteriosos de máquinas de escribir y campanazos espectrales sin origen identificable. El antiguo uniforme era precisamente de camisa roja y pantalones blancos, como solía aparecer este fantasma, según lo que se cuenta. En diciembre del año 2003, además, habría ocurrido un intrigante suceso que revivió la leyenda, cuando un camión dentro de la unidad avanzó casi 10 metros a pesar de estar vacío y con el freno de mano activado, incluso realizando una maniobra para eludir un obstáculo.
Acogiendo héroes, mártires, historias y hasta fantasmas, entonces, el edificio del Cuartel General de Bomberos de Antofagasta se erige como una de los más importantes ejemplos arquitectónicos de la ciudad y de sus principales atractivos patrimoniales.